Irrepetible porque ese disco solo era posible en ese momento y bajo aquellas circunstancias […] Barrett colapsó definitivamente tras su grabación: aunque grabó un par de discos con su nombre a principios de los 70, su destartalada mente jamás volvió a ofrecer un material más puro y extraordinario que el entregado aquí. (Fidel Oltra, ‘Hace 50 años’, Ruta 66)
THE PIPER AT THE GATES OF DAWN (Pink Floyd, 1967)
En un año tan rompedor como 1967 este álbum brilla como una bendita e irrepetible anomalía. Bendita porque entre sus surcos se respira locura y brillantez, melodías psicoactivas y fragor celestial, experimentación y una extraña perfección pop, a pesar de no contar con ‘Arnold Layne’ y ‘See Emily Play’, quizás sus canciones más asequibles por entonces.
Comentarios
Deja tu comentario