SWEETHEART OF THE RODEO (The Byrds, 1968)

Hablamos de un disco que marca el nacimiento de un género, algo que no puede decirse más que de una docena de ellos. La incorporación de Gram Parsons a un proyecto que ya tenía previsto acercarse al country -igual que al jazz y otros géneros- en un disco-repaso a la música popular del siglo XX, cambió sus planes y se convirtió en el eje sobre el que todo pivotaría, a pesar de ciertas diferencias.

Los Byrds aportaron al country, como antes al folk, su propio e inconfundible sello para crear un sonido qué, más allá del homenaje, se convierte en la base sobre la que construir todo lo que ahora se cobija bajo ese paraguas que llamamos americana, Un giro, tras su paso por la psicodelia, que resultó mejor entendido y apreciado por la crítica que por su público. Hoy damos por sentado el carácter seminal de este influyente álbum, pero hay que meterse en la piel de los seguidores del Grand Ole Opry cuando vieron aparecer en su show a unos melenudos con guitarras eléctricas. A pesar de incluir una mayoría de versiones, estamos ante un trabajo esencial para la evolución de la música popular en las décadas posteriores. (Fidel Oltra, ‘Hace 50 años’, Ruta 66)

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