ROUGH AND ROWDY WAYS (Bob Dylan, 2020)

Después de su trilogía en torno al american songbook, Bob Dylan retomó su alta especialidad, la composición de canciones, en un álbum que trepa hacia temáticas trascendentes: la mirada al siglo XX, el trayecto de vida y la insinuación del crepúsculo de los días.

El disco se hace fuerte en la introspección desde su arranque con ‘I Contain Multitudes’, psicoanálisis público a cuenta de la sentencia de Walt Whitman. Acompañan a Dylan dulces acordes de guitarra que lo arropan en la sentida y ululante ‘I’ve Made Up My Mind To Give Myself To You’ y en esa ‘Black Rider’ donde mira a la muerte, dice, con la mente en guerra. Se envuelve de atmósferas con miga y suspense en ‘My Own Version Of You’, pieza en la que, tirando de humor negro, elucubra con una amante ideal (con la cicatriz de Al Pacino y el toque de piano a lo Leon Russell), y se arrima a la estela del góspel en ‘Mother Of Muses’, invocando a los héroes americanos y a los adalides de los derechos civiles. Un Dylan un poco más forzado alza la voz en ‘False Prophet’, acercándose a unas rutinas del blues que guían, con su gimnasia previsible, tanto ‘Goodbye Jimmy Reed’ como ‘Crossing The Rubicon’. El alma de la obra aflora, al final, en ‘Key West (Philosopher Pirate)’, con su largo soliloquio onírico, asistido por el acordeón, y sus vistas al destino del sur de Florida elegido por tantos jubilados (“un paraíso para morir”). Y en los casi 17 minutos de ‘Murder Most Foul’, envolvente repaso histórico, a partir del asesinato de Kennedy, en el que Dylan adopta modos de rapsoda y de oráculo, y que tan simbólico resultó en ese punto del año 2020 en que el mundo procedió a aguantar la respiración. (Jordi Bianciotto, RockdeLux)

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