NEIL YOUNG Y LOS 80

Durante esa década el canadiense se dedicó al interesante juego de despistar a todo el mundo y, por el camino, perder gran parte de sus seguidores.

Había que tener agallas para creerse a un Neil Young techno en Trans (1982) -según él, intentaba comunicarse con su hijo autista a través de la música en un disco que debería ser calificado piadosamente de ‘curiosidad’-, pero es que el country de Hawks & Doves (1980), el heavy de Re-ac-tor (1981) o el rockabilly de Everybody’s Rockin’ (1983) y el indescriptible Landing On Water (1986) también se las traían.

Así que su propia compañía, Geffen Records, decidió demandarlo por no sonar a Neil Young en sus propios discos. Éste respondió, plenamente convencido de su actitud: “Que te denuncien por no ser comercial después de veinte años grabando discos me pareció mejor que ganar un Grammy”. (El gran circo del rock, Xavier Valiño. T&B Editores)

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