Ardiendo sin consumirse
Aquellas frases que sirvieron de grand finale a Kurt Cobain han resultado sumamente proféticas. Su organismo se deteriora, el aneurisma cerebral está reciente, acusando los años. Y cada vez debe costarle más subir a un autobús, a un avión, para iniciar una gira. Pero tras el desgaste natural e inevitable del paso del tiempo habita una mente despierta y un espíritu inquebrantable, el mismo que le hizo escribir las recordadas líneas “más vale arder que consumirse lentamente”. Es sobre las tablas donde esas palabras cobran verdadero significado. Sus conciertos pueden ser un aquelarre de electricidad desatada o un remanso de paz acústica, pero nunca dejan indiferente. Recuerdo la cara de felicidad, idéntica a la mía, de un simpático sevillano al acabar su pase, acompañado por Crazy Horse, en el Espárrago Rock del 2001. Horas antes me había confesado en una de las barras que la música del canadiense no le hacía especial tilín y que había acudido al festival atraído por poder ver a uno de esos nombres míticos que ha que borrar de tareas pendientes. Lo resumió todo en una frase “¡Macho, esto ha sido la ostia!”.
Manel Celeiro
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