Ahora bien, Bowie tiene gran parte del mérito, pero no todo. Es evidente que empezar el disco con una fenomenal versión de 'Sweet Jane', peligrosa y brillante, y seguir poco después con ese regalo mágico que es 'All the Young Dudes', es ir a mesa puesta y con lujo. Sin embargo, no podemos olvidar que Mott The Hoople era una gran banda y su lider Ian Hunter un gran compositor. Así lo atestiguan canciones como 'Momma's Little Jewel' o One of the Boys'. Mick Ralphs, que poco después formaría Bad Company con Paul Rodgers, muestra todo su talento a la guitarra en favor de unas composiciones que, con toda su pompa y su brilli-brilli, no dejan de tener un potente armazón rock. Hunter, a pesar de no ser un gran vocalista, encuentra su estilo y lo borda, sacando de su supuesta debilidad un plus de fragilidad y emoción que le viene a estas canciones como anillo al dedo. Si asumimos que el glam-rock era potencia contenida pero libertaria, ritmos primitivos, y ambigua e irrefrenable sexualidad, por encima de plataformas, pelos de colores y brillantina, aquí tenemos uno de sus momentos más definitorios y espléndidos. (Fidel Oltra, ‘Hace 50 años’ Ruta 66)
ALL THE YOUNG DUDES (Mott The Hoople, 1972)
Este disco es otra prueba más, si alguien las sigue necesitando, de la genialidad y visión artística de David Bowie. A cambio de empujarles a un glam-rock que hasta entonces les había sido ajeno, Bowie salvó la carrera de Mott The Hoople y les aseguró un lugar puntero dentro del movimiento glam y un hueco pequeño pero inolvidable en la historia del rock.
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